Historia, Leyendas y Tradiciones.
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EL MUNDO / NUMERO 201 / LA POSADA / VIERNES 21 Y SABADO 22 DE FEBRERO DE 2003
TIERRA DE LA REINA. ANTESALA DE LOS PICOS DE EUROPA. Por Ernesto Escapa.
Sólo una historia teñida de leyenda explica la pervivencia de un valle recóndito
de ancestrales prácticas de colectivismo agrario y un insólito grupo de edificios góticos.
La Comarca de Tierra de la Reina ocupa la cabecera del río Yuso, uno de los ramales que, antes del
embalse, daban origen en Riaño (Riángulo) al Esla. La controversía vecinal llegó incluso a
los ripios y así, para los de la Reina, "El Esla nace en San Glorio,/ Pandetrave y Arcenorio",
mientras los de Valdeburón replican: "A orillas del Puerto de Tarna,/ en el valle hermoso de Riosol,/
nace el Esla en la Fontona/ y riega Maraña, Acevedo y Burón". Las aguas del embalse ahogaron estas
fluviales disputas, alentadas hace un siglo por Antonio Valbuena, el arriscado escritor de Pedrosa,
anegado en el olvido como su pueblo.
De los nueve pueblos de la comarca, seis se asientan a orillas del Yuso, entre el Puerto de San Glorio
y una de las colas del embalse, y otros tres -Siero, Besande y Valverde-, en las empinadas revueltas
que la carretera traza entre Boca de Huérgano y el Puerto de las Portillas.
El Puerto de San Glorio, flanqueado en su vertiente leonesa por el pico Coriscao y la sierra de
Orpiñas, es el punto de partida o final, según el rumbo de cada uno, para este viaje por la montaña
oriental de León.
Se trata de un excelente mirador sobre un territorio que fue patrimonio de la corona desde mediados
del siglo XIV. Después de algunos líos sucesorios, a causa de bastardías y otros sofocos, un siglo
más tarde ejerce el señorío sobre esas tierras doña Constanza Enríquez, que sin ser reina a los
lugareños siempre se lo pareció.
Doña Constanza llevó a cabo, junto a su esposo Juan de Tovar, un importante mecenazgo, promoviendo la
construcción de los templos góticos de Barniedo, Los Espejos y Boca de Huérgano, así como la
fortaleza familiar en este último pueblo. Al extinguirse el señorío rural, los concejos regulan
mediante ordenanzas todavía vigentes el aprovechamiento comunal de pastos y tierras de labor.
En la pendiente leonesa de San Glorio llevan años anunciándose unas rudimentarias pistas de esquí,
que ahora trata de impulsar en Bruselas la consejera Silvia Clemente. Aquí comienzan los primeros
riachuelos a entrelazarse con la carretera. En Llánaves, que fue el último reducto del colectivismo
agrario, el viajero puede optar por la excursión de dos kilómetros a la poco conocida cueva de
Orpiñas, donde se albergan trazos y dibujos prehistóricos, o por descender en el Desfiladero de la Hoz
hasta el manantial de aguas salutíferas que brota al lado del río. Se baja desde la carratera por
una escalera de peldaños esculpidos en la roca.
Aquí acudía doña Constanza en busca de salud y a hermosear su cutis, porque son aguas indicadas para
las dolecias gástricas y renales y también para poner la piel reluciente. Ahí esta el puente de paso,
la pila al aire libre y la caseta de piedra, cuyo estado asustó al viajero inglés Hans Gadow hace algo
más de un siglo.
El manantial es sulfuroso, así que su situación se delata sin disimulo por el olor a huevos podridos y
por el rastro de residuos amarillentos. Con perdón. A partir de Llánaves, va desapareciendo la caliza
y conformándose el paisaje en una vegetación de brezos, piornos y escobas.
Portilla de la Reina se asienta en el desvío hacia Valdeón por Pandetrave y recibe las aguas del Lechada,
que baja de la sierra de Orpiñas, entre Peña Prieta (2.575 mt) y el Mojón de las Tres Provincias
(2.494 mt). El curso del Lechada acompaña una ruta espectacular y muy frecuentada, que han vuelto a
recorrer los vecinos de Portilla todos los años en agosto para acudir a San Lorenzo de Cardaño, en
Palencia. Hasta Barniedo, donde empieza el núcleo artístico de Tierra de la Reina, transcurren ocho
kilómetros con el río por compañero y con la tentación de hermosos valles abiertos a uno y otro lado
de la carretera.
En la iglesia gótica de Barniedo resaltan algunos capiteles, la bóveda y un señor retablo. Muy cerca, Los
Espejos, donde a doña Constanza le gustaba recluirse, y Villafrea también tiene iglesias del mismo estilo.
Los Espejos conserva la capilla funeraria vacía de doña Constanza y a las afueras el batán visitable de
La Pisa. Boca de Huérgano, antigua capital de la Tierra de la Reina, y conocida como La Villa, conserva
algunos restos de la fortaleza que fue residencia veraniega del señorío y centro de feroces cacerías.
El puente hacia Siero es el mismo trazado en el XVI reforzado hace 250 años: la angostura y su elevado
lomo obligan a repetir las precauciones acústicas que llevaban a los arrieros a alertar de su paso con un
grito. Siero a recuperado la portada románica llevada por Valbuena a Pedrosa. Ahora la iglesia de Pedrosa
está en el Nuevo Riaño y la portada da paso al cementerio de Siero. El Puerto de Picones nos asoma a
Besande y a Valverde. Cerca de Besande se conservan unos hornos de hierro que datan de la dominación
romana. Y en Valverde, el pueblo de los neveros, guardan la memoria de un vaquero llamado Pío que tuvo un
nieto presidente del Gobierno: Felipe González. También el rematador internacional Santillana desciende
de Llánaves, donde vivieron sus abuelos. Son los inesperados frutos de una copiosa emigración.
VALVERDE DE LA SIERRA. LOS SEÑORES DE LA NIEVE
Hoy los nueve pueblos de Tierra de la Reina apenas rondan los 700 habitantes, cuando hace cuatro décadas
sumaban más de 3.000. Han pagado un alto precio en emigración por el embalse de Riaño, que estranguló la
comarca. Su medio de vida tradicional ha sido la ganadería, con un leve complemento agrícola. Una de sus
singularidades, cada vez más difuminada, es el colectivismo agrario, que sedujo por su pureza a Joaquín
Costa. Ordenanzas del siglo XVI regulan el aprovechamiento comunal de los pastos de montaña y el reparto,
cada 12 años, de las tierras de labor.
La emigración obligo a rebajar el turno de los repartos a la mitad de años, para evitar que quedaran
baldías las tierras de los que abandonan el pueblo. Valverde de la Sierra y Besande son los dos pueblos
de Tierra de la Reina que vierten las aguas de su río Grande a la cuenca del Carrión. Valverde se cobija
a la sombra del Espigüete, un pico mítico para los montañeros, que a lo largo de siglos le proporcionó uno
de sus medios de vida estacionales: el negocio de la nieve.
El otro era el carboneo de leña. Al parecer, el Espigüete tiene en su cara norte y a una altura
considerable una inmensa oquedad que guarda la nieve en grandes cantidades y la conserva hasta los meses
de más calor. Los neveros de Valverde tenían a habilidad y el arrojo de rescatar la nieve de noche y
bajarla en costales a hombros hasta la collada de Arras, donde la cargaban en carros envuelta en paños y
mantas. Luego, haciendo camino nocturno y reposo a la sombra del día, la llevaban hasta Palencia y
Valladolid, donde se usaba como conservante, como lenitivo para dolencias agudas y tambien de refresco. Al
marqués de Valverde el negocio de la nieve le dio para levantar en Valladolid un palacio con leyenda en la
esquina de San Ignacio con Expósitos. Una leyenda de amor y despecho.
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