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Historia, Leyendas y Tradiciones.
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Pioneros del Espigüete. Luis Santos Caballero (Revista Peñalara)
El primero en ascenderla fue el geólogo Casiano de Prado en 1.854, quien
también fue el primero en realizar ascensiones documentadas en los Picos de
Europa (Torre de Salinas y del Llambrión). Parece ser que los siguientes en
llegar a la cumbre del Espigüete fueron un grupo de geólogos y geógrafos que
subieron en diversas ocasiones (es punto geodésico de primer orden) en el
transcurso de la campaña de realización del Mapa Topográfico de España.
Posteriormente, Domingo de Valbuena, natural de Valverde de la Sierra (al
pie de Espigüete), logró pisar la cumbre en 1.866 en el segundo intento que
llevaba a cabo. También dejo constancia escrita en un libro con algunos
pasajes curiosos, como en el que describe que atravesó una valleja muy
profunda llena de nieve, acumulada desde el año siguiente del Diluvio
Universal. Dicho nevero es el que se forma en la base del corredor Norte y
que raramente desaparece ya que es donde se acumulan los aludes que caen por
él. Más tarde, hacia 1.872, subió el inglés John Ormsby, que dejó narrada su
ascensión en un artículo ("The Mountains of Spain") del Alpine Journal.
Pero el que mejor describió la ascensión en estos primeros tiempos fue el
conde de Saint-Saud que, junto con dos compratiotas suyos, uno natural de
Valverde y otro de Posada de Valdeón, fueron los primeros en dormir en la
cumbre, pese a la reticencia de los paísanos, ya que, según ellos, si lo
hacian ¡les fulminarían los rayos o les llevaría el viento!. El Conde
realizó el primer mapa de los Picos de Europa en diversas campañas desde
1.890 a 1.908. En la de 1.892 es cuando pisó la cima del Espigüete, ya que
quería realizar diversas triangulaciones y, además, se sintió atraido por la
belleza de esta montaña, que desde los Picos describió como:"una cresta
gris, aislada. Es muy alto, muy áspero y vemos blanquear la nieve en sus
laderas". La narración de su ascensión, aunque otros autores discrepen, se
corresponde con la que hoy conocemos como corredor norte.
Luego, serían muchos más los que alcanzarían su cima, como Paul Labrouche y el
afamado palentino Díaz Caneja que escribiría: "Desde él la inmensidad se contempla
entre deliquios y arrobamiento; el alma se sale por los ojos, no hay nada tan hermoso
como aquella ofrenda de amor, de luz y de colores hecha por la santa naturaleza a
nuestros espíritus hambrientos de belleza y de arte".
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